miércoles, 23 de diciembre de 2009

La noche antes de navidad.


Era la noche antes de navidad y el viento frio recorría las calles que dormían quietas debajo de la sábana blanca. Desde el occidente vino desgarrador el aullido de un lobo solitario, rompiendo la noche que la luna mordida iluminaba. Los tejados hacían de espejo a la durmiente del cielo, asomada entre girones de nubes oscuras que cabalgaban en silencio. Una figura alta reptaba entre las sombras y con leves pasos sin huella llegó hasta la entrada.
De pronto sonó como si alguien llamase levemente a la puerta ( *) y una candela se encendió en el interior de la casa. Desde la segunda planta danzaba por entre las ventanas envueltas en visillos, hasta desaparecer un instante, en el cual, el sonido de los peldaños de la escalera tomó protagonismo y fueron las rendijas de la puerta quienes avisaron de su presencia en la planta baja. Los goznes de la vieja puerta resonaron en la noche quieta y la luz corrió a alumbrar la nieve que dormía en el jardín.

Ernest miró hacia un lado, luego hacia el contario, se asomó a la noche haciendo crujir la nieve. Nadie.

-¿Hay alguien ahí?

Tan solo el silencio contestó la pregunta haciendo silbar al viento.

-Paparruchas, dijo para sí y cerrando la puerta, extinguió la luz que iluminaba la entrada.

Ernest subió despacio las escaleras apoyándose en la balaustrada fría y avanzando por el pasillo alargado llegó hasta la alcoba donde la cama abría sus brazos. Con un leve soplido asesinó la llama del farol y tras unos momentos oscuros, volvió a reinar la luna que entraba de puntillas por la ventana de la habitación. Ernest cerró los ojos y se arrebujó entre las mantas buscando el calor entre el tacto de las sábanas.

- No puedes esconderte…

Una voz grave resonó entre las paredes haciendo abrir de par en par los ojos a Ernest . Como el viento frio de la noche meciendo las ramas de un árbol, así temblaba la mano que asiendo el fósforo encendió la candela. Un haz de luz hizo cobrar vida a las sombras de los muebles que la luna dibujaba y con la mirada atenta pudo ver que nuevamente no había nadie allí.


-No creo en los fantasmas, a si que, sal de donde te escondes, voz del averno- grito a las sombras alargadas que proyectaba la vela por el cuarto.

Tras unos segundos de silencio de fosa, otra vez la voz resonó poderosa.

-Si no crees, ¿por qué los mentas? -Y su risa llenó la estancia.

-No tiene gracia ninguna y si no se marcha, llamaré a la policía-

-¿Eso es lo que quieres? – Dijo la voz- Llama, y veremos como, si acaso vienen, se ríen de ti, viejo loco.

-¿Quién eres? Sal y muéstrate para que te vea, voz del infierno.

-No puedo mostrarme, pero tú ya sabes quién soy.

-Mientes…

-¡Calla necio! Me conoces y sabes de mí, pero hace tiempo que no escuchas. Quizá ya no escuches a nadie más que a tu propia opinión de las cosas y aun así sabes que mi silencio no te da la razón.

-¿Qué quieres de mí? Y su voz desencajada se quebró por el miedo.

-Ya lo sabes. Guarda silencio y escucha tu temor:


Voy a relatarte todo aquello a lo que cierras los ojos durante el día, en ese mundo que has fabricado a tu imagen y semejanza egoísta. Ese mundo que gira en torno al eje hipócrita que da vueltas sobre los mismos momentos que atesoras en la inventada memoria. Tus sueños te traicionan al hacer defección tú de ellos, cuando al alcance de la mano los tienes. Todas esas palabras que nacen y nunca ven la luz amable del día, poco a poco van haciendo mella en los que te rodean y uno a uno aparta la vista de tus pocas sonrisas y demasiado orgullo adusto. Tú no lo ves, pero en la tierra mortal viven personas que se acercan a tu puerta cerrada y claman amor. Todo ese amor que dejas morir en la alacena que espera a los que nunca vendrán a recogerlo, pues tu mismo los echaste para siempre de tu vida solitaria.
Una tarde me olvidaste en aquel banco de la alameda, ¿te acuerdas? Fue hace mucho tiempo cuando eras joven y tenias sueños. Desde luego, pero ahora bloqueas esos sentimientos antes de que florezcan en la memoria. Crees que sentado en tu trono de dinero eres más respetado que el resto. Qué tan solo somos lo que podemos comprar, pues todo tiene precio.
Tú, como el mundo superficial en el que habitas, miras con indiferencia las flores que crecen silvestres, los rayos de sol que doran las tardes generosas. La mar azul que se amolda a los barcos que navegan libres por su seno cambiante. Desprecias el garabato de un niño que dibuja sentado en el suelo, como te irritan las sonrisas y los jolgorios de juegos que, ajenos a lo material, suceden en el parque. Todo lo gratis, lo intangible, lo iluso, es para ti azufre y sal que recorren el cuerpo llagado por la avaricia. ¿Cuándo fue la última vez que regalaste?

-Basta. Eso no soy yo. El mundo es así. Yo no puedo cambiarlo, tan solo me adapto. En estas fechas siempre regalo, mira las facturas que guardo en la cartera. Allí están todos los regalos que he hecho y son muchos los que se benefician de mi generosidad…

-¿Ves lo que digo? Levantas un muro de auto condescendencia, observas tu ombligo con adoración y culpas a los que no son tú: ser perfecto y generoso. Mientes cuando hablas y en tu boca la palabra generosidad es hedionda y austera. Colonia, flores, ropa de cama, juguetes de moda. Eso es lo que regalas, éste y todos los años, en permutaciones ordenadas. Desconoces los deseos de los regalados, porque no tienes tiempo de buscar en tu alma un momento para los demás. La observación de los que no son tú. Las preguntas que se harán, los miedos que los acosan, las necesidades de abrazo, el calor de la conversación desinteresada.
Puedes recitar sus usos y costumbres, pero estás ciego para lo que acontece dentro de la piel, todo aquello que mueve la fibra sensible, lo que les hace llorar. Para ti las lágrimas son solo los síntomas débiles del mundo. Ese mundo bárbaro y despiadado de letras de cambio y billetes de banco. De Cheques al portador, hipotecas, obligaciones y tesoros en acciones. Berlinas, yates y casas de campo, vacaciones en paraísos, solo para unos pocos, pues cuanto menos hay de algo más valioso ha de ser. Y sin embargo se devalúan en tu mundo los sentimientos, cada vez más escasos. Cada vez más raros. Por eso, el triunfador está solo en su montaña solitaria. Ha perdido el contacto con el mundo y el de aquellos a los que llama familia. ¿Cuánto tiempo dedicas a interactuar con ellos? Las sobras de tu jornada laboral interminable, un domingo perdido que no hace tiempo para jugar al golf ni al tenis en sociedad. Todo está bajo control. Preciso, como el reloj suizo de tu muñeca y delimitado, como las horas que son marcadas por sus agujas de acero.


Ya no le importas a nadie. Solo eres la parte prescindible del dinero que amasaste en la vida.




El ruido de la alarma al reiniciarse lo despertó. Abrió los ojos asustado y vio como parpadeaban los dígitos del despertador de la mesilla. La luz de la mañana entraba a borbotones por la ventana tiñendo de color la estancia. Con el sudor frio bajando por la espalda se introdujo en la cabina de la ducha y programó una relajante cercana a los 37º que finalizaría a 22º para desentumecer y vigorizar los músculos. El albornoz con sus iniciales bordadas le recibió tibio y tras el vaho del espejo admiró su rostro juvenil a pesar de los años. Una a una fue aderezando su cuerpo con las prendas de su ropero: ropa interior de seda, camisa y corbata italianas, traje de confección inglesa a medida, zapatos castellanos y unas gotas de perfume francés sobre el cuello. En el garaje le esperaba dormido el vehículo del anuncio de televisión pero retocado en exclusividad para él, como todo. Al accionar la llave del mando a distancia los intermitentes relampaguearon salpicando con su luz anaranjada las paredes blancas, y Cuando a punto estaba de acomodarse en el asiento del conductor, una voz le habló congelando su respiración.

-No.Te equivocas. Sigo aquí y permaneceré en la sombra;reflejándome en el espejo que sólo tú puedes ver. Acudiendo a tus actos hipócritas. Pero ya no volverás a ser el mismo porque voy a coronarte con mi presencia incómoda.



Y la risa histérica dio paso al rugir del motor de doce cilindros en v, mientras la luz de la mañana entraba por la puerta levadiza de la estancia.

(*) by E.A.Poe.


Por el lobo que camina.

**Homenaje a CH. Dickens, por el lobo.

6 comentarios:

  1. no amigo Danilo, por aqui no hay potencias ni vestigios de imperio, tan solo letras el amor por éstas.
    Aullidos y saludos

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  2. wau... he visitado tus 2 blogs y cuanto menos son muy interesantes

    Aullidos lobo!

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  3. Muchas gracias Cita,celebro que te guste la mar del lobo.
    Aullidos y saludos

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  4. Hola! Navegando entre tus letras, di con este mar, muy tuyo, muy bello...Gracias por tu mensaje de Año Nuevo,y debo darte las gracias yo a ti por permitirme ser parte de tus escritos, porque soy parte de ellos cuando los leo, cuando me subo al bote del Lobo y navego entre las olas de las hermosas letras que ejerzen como la Luna ese magnetismo que las atrae y la aleja. Mis mejores deseos de salud e inspiracion interminable para que esos aullidos que se dan entre las olas sigan por 365 dias mas!
    Besos, aullidos, vaivenes, olas !

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  5. Gracias, Anny, las olas seguirán mientras generen sonrisas en la mar.
    Aullidos afectivos

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